Comenzamos con Gorrión, el ágil guerrero maestro en el
arte del baile de las espadas, que no estuvo presente en la última sesión.
Cuando llegó, junto con Krag, Halwyk y Lando, a la puerta del Ganso Azul
decidió no entrar. Después de los problemas que tuvo con el alcohol, y que le
hacen sentirse culpable de la muerte de su maestro, prefirió no entrar en la
taberna. Después de todo, para preguntar qué estaba ocurriendo en Winterton y
ponerse al día de lo acontecido, ya podían hacerlo perfectamente sus compañeros
de la Guardia Roja.
En su lugar se dedicó a dar un paseo por la aldea,
observando, analizando la situación. Lo que vio confirmó las noticias que
tenían. A pesar de ser invierno, el pueblo estaba muy vacío, demasiado, como si
la gente tuviera miedo de salir. No había nadie en las calles y las
contraventanas de madera no solo estaban cerradas, como es común en un invierno
tan duro como este, sino clavadas a sus marcos. Algunos de los cobertizos,
pajares, graneros, establos y cuartos para herramientas en diferentes casas y
granjas estaban efectivamente forzados, con sus puertas rotas. Y en las
entradas de las casas no era infrecuente encontrar diferentes amuletos
colgados, confiando en la superstición para evitar ser robados o asaltados.
El paseo le llevó hasta el camino del noroeste, que salía
del pueblo para llegar a la Abadía, recorriendo el borde de un pequeño
terraplén a la izquierda, junto a la montaña. Una veintena de metros después de
la última casa, Gorrión encuentra algo que le llama la atención. En el suelo,
semienterrado entre la nieve, hay un trozo de tela rasgado. Lo toma y ve que tiene diferentes manchas
rojizas, posiblemente sangre… al menos una de ellas. Las otras manchas son de
un color diferente, más púrpura que rojo. Vino, son manchas de vino, el olor es
inconfundible, un olor que Gorrión reconoce bien. Busca en los alrededores, a
ver si encuentra alguna otra pista, pero es totalmente inútil; cualquier huella
que pudiera haber ha quedado tapada con la nieve.
En busca de su gorra roja.
“¡Crack!” – Suena a su espalda, como hielo al romperse, y
apenas tiene tiempo de girarse cuando un goblin se abalanza sobre él, espada en
mano. Apenas tiene tiempo de agacharse y rodar, haciendo tropezar al goblin y
caer sobre la nieve. Se incorpora rápidamente desenfundando su estoque y
buscando por más peligros. No los hay, este goblin parece ser el único; ha
salido de la entrada de una cueva al pie de la montaña, que quedaba totalmente
tapada e invisible por la nieve caída. Gorrión se gira y encara a su enemigo,
pero el primer instinto del goblin no ha sido atacarle sino buscar entre la
nieve, revolviendo y cavando, donde antes estaba el trozo de tela manchado de
vino y sangre. Allí encuentra una pequeña gorra roja, que se pone rápidamente
en la cabeza.
Gorrión se pone en guardia, en posición defensiva,
preparándose para el ataque del goblin. Y cuando éste carga contra él, el
guerrero se deja caer al suelo y eleva el filo del estoque al tiempo que rueda
atrás sobre sí mismo. El arma atraviesa limpiamente al goblin, que al rodar
sale despedido unos metros fuera del camino y cae, moribundo, escupiendo sangre
por la boca en sus últimos estertores de vida.
Antes de que Gorrión pueda reaccionar, un orco aparece
corriendo de la nada, está casi encima suyo. Trata de ponerse en guardia para
recibir su envite, pero no es necesario, ya que con una mueca de dolor el orco
se detiene en seco y cae a sus pies. En su espalda, clavada entre sus hombros
hasta la empuñadura, está una de las dagas de Lando. Parece ser que este orco
no corría hacia él para atacarle, sino buscando refugiarse en la cueva, huyendo
Lando, Krag y Halwyk, que estaban luchando contra otros orcos junto al cobertizo,
algunos metros hacia el sur (ver sesión anterior).
De modo que ya están juntos Gorrión, Lando y Halwyk, que
rápidamente se ponen al día de sus descubrimientos e investigaciones en el
camino y en la taberna del Ganso Azul. El semigigante Krag no está con ellos,
ya que se ha quedado investigando el pasadizo debajo del cobertizo (el jugador
no estaba en esta sesión, en la próxima veremos qué descubre).
Lando registra a los cuerpos de sus enemigos, tratando de
encontrar alguna pista de quiénes son y qué hacían aquí. Aparte de sus armas,
algo melladas y de dudosa calidad, tienen un par de tinteros sellados con cera
y algunas hojas de pergamino. Es poco probable que estos orcos sepan leer o
escribir, así que posiblemente su intención fuera recoger los mensajes y
reponer el material que había en el cobertizo, ese mismo material que utilizó el
bardo Wyn para dejar el misterioso mensaje de “Ya están aquí. La mentira de
Terry parece que ha funcionado”. Uno de los orcos también tiene un matojo de
gruesos y largos pelos, más bien cerdas, enrollado en un bolsillo. Parecen
pelos de hombre rata, que si bien no han visto ninguno todavía, sí había
rumores en Winterton de que se habían encontrado antes y de que los culpables
de las desapariciones eran los hombres rata. Pues parece ser que no es así,
pero los orcos y los goblins quieren ocultar su presencia y echarles la culpa a
este pueblo de roedores gigantes.
Entretanto, gorrión investiga los restos hallados en el
goblin. Los rumores de los goblin gorra-roja sí que parecen ser ciertos, ya que
el sombrero de este, y la urgencia que tenía por recuperarlo, denota
indudablemente su pertenencia a esta tribu de goblins. Sin embargo, las
leyendas de que los goblins gorra-roja son invulnerables mientras lleven su
gorro teñido con la sangre de sus enemigos, no parece ser del todo cierta, ya
que éste ha muerto sin ningún atisbo de duda, a pesar de haber recuperado su
gorro. Quizá sean solo leyendas y supersticiones. Por otro lado, el trozo de
tela encontrado es un tejido rico, con colores y costuras típicos de la región
de Winterton, y las manchas rojas y púrpuras son definitivamente de sangre y
vino. Todo parece apuntar a que este trozo de tela pertenece, o perteneció, al
comerciante desaparecido recientemente, Gervildo, tal y como denunció
recientemente su mujer en el Ganso Azul.
Halwyk, por su parte, está interrogando al orco
superviviente, ya que es el único de los personajes que habla lengua negra.
Recordemos que el goblin y uno de los orcos estaban muertos, y que el tercer
enemigo estaba moribundo, por lo que no tiene demasiado tiempo para extraerle
información, si es que logra hacerlo. Lo primero que le llama la atención es
que estén colaborando y trabajando juntos orcos y goblins gorra-roja. Ambos
pueblos viven en tribus, cada una de las cuales tiene sus propias costumbres.
Los orcos suelen ser bastante cerrados y, al contrario que los kobolds u
hombres rata, raramente comercian con seres humanos. Los goblins son algo más
abiertos, en ese aspecto, pero los gorra-roja son una de las tribus más
cerradas y agresivas de goblins, y es extremadamente raro que los gorra-roja se
asocien con otros pueblos, aunque sean orcos. Desde luego, quien sea el que
haya logrado esto, debe ser alguien muy carismático, con un objetivo muy
grande, o muy poderoso. Pero, aparte de esta deducción, poco más puede sacar
Halwyk de las respuestas del orco, ya que este no colabora y poco después acaba
muriendo por la gravedad de sus heridas.
Pero el tiempo de calma no les dura mucho a los
personajes, ya que mientras ellos estaban buscando e investigando la zona, o
interrogando a los heridos, los compañeros del goblin que salió de la cueva en
busca de su gorro no se han quedado de brazos cruzados. Antes de que puedan
darse cuenta de la cueva salen oleadas de goblins. Ya hay 6 fuera, y detrás de
ellos se ven innumerables gorros rojos que se apelotonan en la estrecha entrada
para salir también al exterior.
Halwyk reacciona rápidamente y un proyectil mágico sale
volando de sus manos no hacia los goblins, sino hacia la nieve que está sobre
la entrada de la cueva. Un pequeño alud vuelve a taponar la entrada dando a los
personajes algo de tiempo antes de que la tribu entera se abalance sobre ellos.
Pero los seis goblins que ya estaban fuera cargan contra
el mago, que no tiene tiempo de reaccionar. Gorrión, rápido como el rayo,
estoque en mano, se coloca entre Halwyk y los goblins, pero los pieles verde
van demasiado rápido y llevan demasiado impulso como para detenerse. Los tres
primeros goblins caen sobre Gorrión arrastrándole al suelo, no sin que uno de
ellos quede herido al clavarse el estoque, en un amasijo de brazos, cuchillos,
gorros rojos, y filos. Los otros tres pasan literalmente por encima pisoteando
a sus compañeros y al propio Gorrión y se tiran encima de Halwyk.
Gorrión reacciona rápidamente. Empuja, gira sobre si
mismo, rueda sobre la nieve, aprovecha el impulso de uno de los goblins para
arrojarlo lejos, y se pone en pie. Desafortunadamente su estoque ha quedado
detrás de los goblins, que se separan en formación para rodearle por tres
lados. Ahí es cuando aparece Lando, el ladrón, rápido y sigiloso, cruzando con
su espada la espalda de uno de los goblins y, cuando este se gira arma en mano
para hacerle frente, abriéndole el cuello con un segundo tajo de su espada.
Gorrión aprovecha la distracción para rodar por el suelo en una voltereta baja
y recuperar su estoque. Y terminando el giro, en el mismo movimiento, lo clava
en el vientre del segundo goblin atravesándole de lado a lado.
Halwyk está teniendo más problemas con sus tres enemigos.
Está tirado en el suelo bajo una montaña de pieles verde que le muerden, le
desgarran, le arañan, y le golpean con la empuñadura de sus espadas.
Afortunadamente para el mago, están demasiado cerca, en un amasijo de garras,
puños, y codos, como para poder utilizar el filo de sus espadas con facilidad.
Y allí llega de nuevo Lando, que ha dejado a Gorrión con
el último goblin (el guerrero no tiene ningún problema contra un solo enemigo,
y su combate es una danza de pinchos y filos de muerte a medida que agujeros y
cortes se abren en el cuerpo del goblin hasta que este cae muerto al suelo). Pues
el ladrón aparece junto al mago, y con dos rápidos movimientos de su espada
elimina a uno de los goblins que se aprietan encima de Halwyk. El mago elfo
rueda, apartándose de los pieles verde, que se ponen en pie, enfrentando cada
uno a uno de los guardias rojas. Halwyk elimina al suyo con un potente
proyectil mágico que le deja el pecho chamuscado y humeante. Lando se prepara
para recibir el embite de su goblin, que carga contra él. Tensa los músculos,
estira la espada… y ésta atraviesa la garganta del goblin deteniendo su carga
en seco y matándole en el acto; pero no si que antes el goblin tenga el tiempo,
o más bien el acto reflejo, de agitar su espada de lado a lado produciéndole un
profundo corte en el pecho a Lando que le deja malherido.
Halwyk, Gorrión y Lando han sobrevivido, y han conseguido
detener la primera oleada de goblins. Pero apenas tienen un segundo de respiro,
pues en la entrada de la cueva, los goblins que todavía están dentro ya están
cavando un agujero para poder salir. Los miembros de la Guardia Roja son
conscientes de que están heridos y magullados, en algunos casos con heridas
profundas, y de que no están en condiciones de repeler un segundo ataque, de
modo que ahora que están a tiempo, y que disponen de algunos minutos antes de
que el resto de goblins consiga abrirse paso a través de la entrada bloqueada
de la cueva, deciden retirarse y volver a Winterton, al Ganso Azul, para curar
sus heridas y planificar sus acciones.