Después del ataque de los lobos en mitad de la noche, la
patrulla de la Guardia Roja ya no vuelve a conciliar el sueño. De modo que
avivan el fuego, para evitar nuevas sorpresas, curan y vendan sus heridas, y
comen un poco. Poco antes de que amanezca, apagan la hoguera y emprenden el
camino hacia la aldea de Winterton, donde llegan ya bien entrada la mañana.
Winterton es una pequeña aldea, de no más de 190
habitantes, que se extiende a ambos lados de un río que canaliza el agua de las
montañas a través del valle. No tiene más que los servicios más básicos: una
gran casona de piedra que es la residencia de Lord Kealan, el alcalde y
representante de la baronía a la que pertenece la aldea, un puñado de
artesanos, y una docena de granjas. Lo que más destaca de Winterton es su
abadía, conocida por destilar el vino Blanco de Nieve, muy apreciado en toda la
región; y la taberna y posada El Ganso Azul, que es donde se concentra la
mayoría de la vida social del pueblo.
Y de allí, del Ganso Azul, es de donde llegó la petición
de ayuda enviada a la Guardia Roja, a nombre de alguien llamado Terry. Y allí,
al Ganso Azul, es a donde se dirigen Krag, Halwyk y Lando. El ambiente dentro
de la taberna contrasta con el que han encontrado hasta ahora en las calles de
Winterton. Unas calles vacías, frías y blancas por la nieve dan paso a una gran
sala común templada e iluminada por el fuego y las antorchas. A pesar de ser
media mañana, hay bastante gente, en su mayoría humanos, aunque también hay
algún elfo, mediano, y media docena de enanos. Están hablando, comiendo y
bebiendo, mientras un par de bardos amenizan tocando sus instrumentos. Pero a
pesar del contraste con el exterior y de la calidez en la sala común, no se
respira un ambiente festivo en absoluto; las conversaciones son a media voz, y
la música de los bardos es una melodía triste y distante.
En cuanto entran, sus capas hacen que los aldeanos les
reconozcan como la patrulla solicitada de la Guardia Roja, y enseguida les
rodean hablando todos a la vez.
-
“…me han robado dos sacos de harina…”.
-
“…un cerdo, me ha desaparecido un cerdo…”.
-
“…se han llevado todas mis gallinas…”.
-
“…y también una azada, me quitaron la azada… ¡ah!
¡y una pala!”.
-
“¡El burro! Se me ha muerto el burro…”.
-
“Pero eso es que ya era viejo y tu mujer lo echó
al guiso.”
-
“…dos barriles de carne en salmuera,
desaparecieron por la noche…”.
-
“…y tres ovejas en la última semana…”.
-
“¡A ver…! ¡A VER! ¡¡¡ORDEN!!! ¿Quién envió el
mensaje? ¿Quién es Terry?
Silencio.
Y luego un murmullo bajo de conversaciones: “¿Terry?”,
“No hay ninguno no que se llame Terry…”, “Que, no, idiota, que Terry es nombre
de mujer.”, “No, no, es de hombre…”, “Será un elfo de esos…”, “Pero no ha
llegado ningún viajero ni ningún extranjero…”.
-
“Ehm… señor guardia, en Winterton no hay, ni ha
habido nunca, nadie llamado Terry”.
Parece ser que la petición de ayuda era falsa. Al menos
el nombre del solicitante, pues está claro que en Winterton está sucediendo
algo y sus habitantes necesitan ayuda. Krag, el semigigante, con su tamaño
imponente se dedica a poner orden entre los lugareños para tratar de descubrir
qué ha pasado. Halwyk, el hechicero se dirige a la barra a hablar con el
tabernero, que parece algo más sereno que los demás. Entre el tumulto y la
taberna abarrotada, uno de los bardos deja de afinar su instrumento y sale
discretamente por la puerta trasera. Pero Lando lo ve, y se escabulle tras él
para seguirle.
El bardo, de nombre Wyn, en cuanto sale del Ganso Azul se
acerca a la orilla del río, y oculto entre los árboles se dirige hacia el
sureste. Lando le sigue a una distancia prudencial, evitando ser visto, cosa
que no le cuesta demasiado ya que una pesada nieve comienza a caer en ese
momento reduciendo la visibilidad. Wyn llega al río cruza el puente y continúa
hacia el norte por el camino que lleva a la abadía.
Poco después de dejar atrás
las últimas granjas de Winterton, Wyn entra en un pequeño cobertizo de madera,
de apenas 2x2 metros, no más que un cuartucho para guardar herramientas y aperos
de labranza. Lando le observa desde la distancia, oculto tras unos matorrales,
pues el bardo no ha cerrado completamente la puerta para tener algo de luz.
Solo consigue verle la espalda, sin tener claro qué está haciendo, aunque por
sus movimientos parece que está escribiendo, o colocando algo. Tras unos
minutos, Wyn sale del cobertizo y se dirige caminando tranquilamente de vuelta
al Ganso Azul, como si no hubiera pasado nada.
Mientras tanto, en la taberna, Krag el semigigante está
hablando con los lugareños. Por lo que cuentan está claro que en la aldea está
pasando algo. Han desaparecido herramientas, comida, y animales. No ha
desaparecido dinero, de modo que no parece obra de un vulgar ladrón; pero sí
han desaparecido diversas herramientas como cuchillos, azadas, hachas… y
también varios animales como gallinas, cerdos, ovejas, cabras, e incluso
algunos perros. Sin duda no se han fugado, pues en su lugar había manchas de
sangre, pero tampoco han sido animales salvajes, ya que no es que estuvieran devorados,
dejando los restos, sino que el cuerpo entero había desaparecido. Todos los
años, en invierno, desaparece alguna gallina, algún cabritillo… víctima de algún
zorro o lobo hambriento que se acerca demasiado a la aldea. Pero este año han
desaparecido más del triple de lo que es habitual. Desde luego, no es algo
normal.
Gracias a su tamaño y presencia, y al respeto que impone
su rango como capa de la guardia, Krag consigue escuchar, de una forma ordenada
y uno a uno, los testimonios de los lugareños. Muy pocos creen que las
desapariciones hayan sido obra de animales, pues muchos han escuchado voces y
ruidos en la noche, y han visto figuras moverse, al menos media docena, entre
las sombras, cerca de los graneros y establos. En cualquier caso ninguno está
del todo seguro ni puede confirmarlo, pues no se atrevieron a salir de noche, y
con las nevadas que están cayendo, cualquier huella queda borrada en poco más
de media hora.
Darren el herrero está convencido de que fueron los
hombres-rata, pues donde debería estar el martillo y las herramientas que
robaron de su forja había restos de pelos gruesos, duros, y largos, como de un
roedor enorme.
Pero Mirna está convencida de que fueron los goblins gorra-roja,
de quienes se dice que no pueden morir mientras lleven puesta su gorra teñida
con la sangre de sus enemigos, pues al caer la noche le pareció ver unas
figuras moverse, llevando gorros rojos.
El granjero Eiden en cambio, está
convencido de que son espíritus, pues asegura haber visto luces, como
antorchas, moviéndose, DENTRO de la nieve… en cualquier caso, en lo que todos
están de acuerdo, es que la mayoría de avistamientos, desapariciones, robos y
acontecimientos extraños han ocurrido a las afueras de Winterton, en la zona
noroeste, cerca del camino que lleva a la abadía.
Halwyk el hechicero, por su parte, está hablando con el
tabernero y con su hija. Poco puede decir el tabernero… no sale mucho, y a él
no le han robado ni le ha desaparecido nada. En cambio su hija Fiona, una mujer
joven y risueña tan ancha como alta, o más bien más ancha que alta, sí que cree
haber notado cosas extrañas. Porque, en sus propias palabras:
“…yo creo que me
siguen, que me están espiando, sí, sí, estoy convencida… y además yo creo que ¡sé
quién es! Lo tengo claro. ¡Es Petro, el hijo del alpargatero! Verás… el otro
día, hace 5 o 6 noches estaba con Petro en el cobertizo que está a las afueras,
al caer la noche. Simplemente estábamos hablando… conociéndonos un poco más. Y
ahí no noté nada, todo fue bien, más que bien, de hecho. Verás… en cambio, a la
noche siguiente volví al cobertizo, pero esta vez con Saul, el hijo del
carpintero, que me quería enseñar unos juegos de manos nuevos que había
aprendido. Saul es muy bueno con las manos ¿sabe usted? Veras, entonces también
fue muy bien, mejor incluso que con Petro. Pero yo no me sentía cómoda del
todo, notaba como que alguien me observaba. Y cuando miré a través de la puerta
me pareció ver una figura encapuchada, como embozada en una capa negra, entre
los matorrales. Verás… luego he vuelto alguna vez más al cobertizo, con Liam y
con Kenneth, y no siempre, pero alguna vez sí que me ha parecido ver que
espiaban, como el primer día, el hombre encapuchado de negro. Y verás, yo estoy
convencida de que es Petro el que me espía, que está celoso o algo, y se dedica
a espiarme, creo que desde entonces me mira raro…”.
En ese momento se abre la puerta principal del Ganso Azul
y entra Wyn, el bardo, caminando tranquilamente y se sienta al fondo, afinando
su instrumento. Minutos después entra Lando, nuestro ladrón, y se une al grupo.
Y antes de que la puerta se cierre entra apresuradamente, y dando un portazo,
una mujer.
-
“¡Socorro, socorro! ¡Mi marido ha desaparecido!”.
Tras calmar un poco a la mujer con buen licor que
calienta el cuerpo y asienta el estómago, esta les cuenta que su nombre es
Malen, y que su marido Gervildo, un comerciante de vinos del pueblo, hace horas
que debería haber vuelto a casa, pero no lo ha hecho. Gervildo había quedado a
primera hora de la mañana con Daphne, la abadesa, para hacer una cata del vino
Blanco de Nieve y preparar las barricas y la venta de la nueva cosecha de cara
a la primavera cuando comience el deshielo. Es algo que hace todos los años,
pues en invierno vuelve a Winterton, pero pasa la primavera viajando por la
región y vendiendo el vino.
De modo que Gervildo, con su asistente Faraldo, habían
acudido a primera hora de la mañana a la abadía. Normalmente no tarda más que
un par de horas, pero ya ha pasado el mediodía, y todavía no ha vuelto. De
camino al Ganso Azul, Malen se cruzó con uno de los sacerdotes de la abadía
(que por cierto entra poco después en la taberna, y confirma la declaración de
la mujer), y el sacerdote le comentó que sí, que habían visto a Gervildo y a
Faraldo en la abadía, pero que hace más de 4 horas que habían salido de vuelta
al pueblo… lugar donde nunca llegaron. Es entonces cuando Malen echó a correr
hacia la taberna, en busca de ayuda, pues teme que algo malo le haya sucedido a
su marido, más con todas las cosas raras que están pasando los últimos días en
Winterton.
Krag, Lando y Halwyk, como miembros de la Guardia Roja,
deciden a ayudarla. Sea lo que sea lo que está ocurriendo aquí, todo apunta a
la zona noroeste de Winterton, hacia el camino que lleva a la abadía, de modo
que hacia allí se encaminan.
Fuera, a pesar de ser casi el mediodía, la nieve arrecia
y el sol no es más que un ligero brillo entre la ventisca y la bruma. Las
calles y caminos del pueblo están completamente vacíos, y el único rastro de
vida son las luces que salen por las ventanas y los penachos de humo en las
chimeneas. Tras las últimas casas del pueblo, antes de tomar el camino a la
abadía, a la izquierda del camino, ven el dichoso cobertizo, y hacia allí se
dirigen.
Tras la puerta, pues eso, un cobertizo. No es más que un
diminuto cobertizo lleno de aperos y herramientas. Buscando alrededor
encuentran algo que está fuera de lugar en un cobertizo de herramientas:
escondido tras unos sacos hay un tintero, unas plumas, y un taco de pergaminos.
El último de ellos está escrito, parece ser el mensaje que ha dejado el bardo
Wyn cuando ha entrado: “Ya están aquí. La mentira de Terry parece que ha
funcionado”.
Esto confirma que sí, algo está ocurriendo en Winterton,
pero no existe ningún o ninguna Terry, y que esto era solo una mentira para
atraerles hasta aquí ¿por qué? ¿de quién? ¿con qué objetivo?.
Buscan y rastrean por el cobertizo alguna otra pista,
cuando de pronto, con un crujir de madera, el suelo se abre bajo los pies de
Halwyk.
¡Una trampilla!
El mago cae, pero en el último momento consigue
aferrarse a la pierna de Krag, cuyo gran peso y tamaño le mantiene firme en el
sitio. Halwik se mira frente a frente, a pocos centímetros uno de otro, con un
gran orco, tan sorprendido como el mago, que en ese momento estaba trepando por
una escalera y acababa de abrir la trampilla. El orco, colgado de la escalera
con una mano, trata de clavar su cimitarra al mago, pero el espacio es
demasiado pequeño para manejarla con efectividad. Una gran explosión de luz, y
un proyectil mágico de Halwyk hacen que el orco caiga rodando por las escaleras
sobre un segundo orco que subía tras él. Halwyk sale del agujero. La enorme
mano de Krag se lanza sobre el agujero y, agarrando al orco que cae por el
pescuezo, lo saca del agujero y lo hace volar, atravesando la pared del cobertizo,
hasta caer rodando sobre la nieve.
El segundo orco salta hacia delante, agitando su
cimitarra a diestro y siniestro entre Halwyk y Krag, solo para caer fuera del
cobertizo entre los tres aventureros. Las dagas de Lando, la gran espada de
Krag, y la magia de Halwyk, no le dan muchas opciones, y en menos de un segundo
el orco cae al suelo agujereado, aplastado, quemado, y muerto.
El segundo orco se levanta y se sacude la nieve, hace un
amago de correr de vuelta al túnel bajo el cobertizo para huir pero, viendo el
destino que ha corrido su compañero, cambia de opinión y hecha a correr por el
camino del noroeste. La fuerza de Krag lo ha arrojado demasiado lejos para
alcanzarle con la espada, pero no para las dagas arrojadizas de Lando. Uno de
estos cuchillos vuela a través de la nieve y se clava, hasta la empuñadura,
entre los hombros del orco, que cae de bruces al suelo. Vivo, pero malherido,
mientras un gran charco de sangre se extiende a su alrededor tiñendo la nieve
de rojo.
¿Qué está ocurriendo en Winterton?
¿Quién es, o dice ser, Terry?
¿Por qué querían atraer a la Guardia Roja hasta aquí?
Hombres-rata, goblins gorra-roja, orcos, encapuchados
¿quién está detrás de esto?
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